La construcción del mito, en cuatro pasos
De los monopolios simbólicos planetarios pocos pueden competir con la figura que logró cooptar la celebración navideña bajo el nombre de Papá Noel. Cuatro momentos para alimentar el mito "a piacere".
Guev Flow22 de diciembre de 2020 Jorge Dolio - TelamEl chofer del Reno 9
Antes de abordar el perfil de este singular personaje parece justo dejar sentada la competencia desleal que el célebre caballero rojo ha desplegado en perjuicio de los también famosos -pero menos- Reyes Magos. La injusticia es flagrante: si acordamos que la celebración convocante es el nacimiento de Jesucristo, los jinetes de camellos han sido tristemente relegados.
El sacro natalicio, consensuado en la madrugada del 24 al 25 de diciembre (Belén, provincia de Siria, año 753 desde la fundación de Roma y actualmente territorio palestino) contó según la tradición cristiana con la presencia in situ de los tres monarcas orientales y hasta se detallan los regalos ofrendados: oro, incienso y mirra.
Papá Noel, en cambio, tardó varios siglos en sumarse a la Natividad, retraso más que descalificante, sobre todo tratándose de la reverencia a un recién nacido.
Paso 1: Todo comenzó con San Nicolás de Bari
Fuera de este dato controversial, corresponde decir que Papá Noel tiene su inspiración histórica en San Nicolás, obispo de Bari, Italia. Este santo de la cristiandad nació en Licia (actual territorio de Turquía) alrededor del año 280 en una familia de buena posición económica. Su padre había planificado para el heredero una vida dedicada al comercio en tanto la madre estimulaba la vocación religiosa del muchacho.
El conflicto en ciernes fue resuelto por una epidemia de peste que dejó huérfano a Nicolás quien fue cobijado por un tío que, como generoso designio de la Providencia, era obispo en la vecina ciudad de Mira. A los 19 años el joven se ordenó sacerdote y al cabo de unos años sucedió a su tío en el obispado. Ya en ese puesto comienzan los prodigios que conducirán a la santidad del prelado.
Todo indica que el espíritu de Nicolás alentaba una especie de justicialismo arcaico en el sentido de considerar a los niños como únicos privilegiados. El primero de sus milagros consistió en la sanación de unos infantes cruelmente acuchillados. En una dirección semejante, el obispo manifestaba una especial disposición para ayudar a los desposeídos. Es muy difundida una historia en la que tres muchachas casaderas pero carentes de dote, fueron favorecidas con una generosa cantidad de monedas de oro depositadas sin mayor alarde en los calcetines de las damas. La anécdota no resulta especialmente conmovedora pero sirve para explicar la tradición de zoquetes colgantes típica de la decoración doméstica para la Nochebuena.
También se atribuye a Nicolás el socorro prestado a unos marinos que estaban a punto de naufragar y que al invocar el nombre del santo zafaron inmediatamente del percance. En su gestión episcopal se destacó por la destrucción de templos paganos.
Bajo el mandato del emperador Licinio, Nicolás sufrió una temporada en prisión, penuria de la cual fue rescatado por el ascenso al trono de Constantino. La agitada vida del obispo terminó en la ciudad de Mira el 6 de diciembre del año 343.
Hacia 1087, la invasión islámica de la región motivó que sus reliquias fueran trasladadas a la ciudad de Bari, mudanza post mortem que explica su denominación más difundida. Existen cientos de templos erigidos en su honor y es reconocido como patrono de Grecia, Rusia, Turquía y la región francesa de Lorena. Hasta aquí llega lo estrictamente histórico, perfil que apenas si conserva laxos lazos como el Papá Noel de nuestros días.
Paso 2: Claus no era ninguna santa
Harto se sabe que el más difundido de los nombres alternativos de Papá Noel es Santa Claus. Este apelativo, lejos de intentar -como podría presumirse- algún balance de género, tiene un origen bastante chusco.
Corría el año de 1624 cuando emigrantes holandeses fundaron en América un asentamiento al que bautizaron Nueva Amsterdam y que, con el tiempo, se convertiría nada menos que en la ciudad de Nueva York. Junto a otras tradiciones, los colonos solían celebrar el 6 de diciembre un festejo en homenaje a Sinterklaass, según se nombraba en su lengua al obispo milagroso que abandonamos líneas antes.
Washington Irving, un célebre y prolífico autor afecto al ejercicio de la sátira, publicó en 1809 un volumen titulado "Historia de Nueva York" en el cual el nombre holandés del santo, deformado en su desprolijo pasaje a la lengua inglesa, se transformaba en Santa Claus.
En 1823, el poeta Clement Clarke Moore se basó en el irónico relato de Irving para delinear en verso un perfil en el que ya empieza a reconocerse la versión contemporánea de Papá Noel. Finalmente, el dibujante Thomas Nast concibió para la revista Harpers Weekly la figura de un barbado y sonriente personaje que en las Navidades distribuía regalos entre los infantes.
Fuera de esta evolución icónica, la tradición de armar festicholas para el solsticio de invierno y beneficiar a los niños con golosinas y regalos en esa época del año, tiene añejos antecedentes paganos que fueron fusionándose prudentemente con la maleable tradición sostenida por las distintas iglesias cristianas.
En cuanto al singular vestuario del personaje, vale la pena aclarar que en gran medida la fuente original no fue otra que el atuendo lucido en su época por el manipulado obispo de Bari. También allí debe buscarse la predilección por los colores rojo y blanco a los cuales (en inesperada correspondencia con la evolución cromática de nuestra Unión Cívica) debía sumarse en anteriores versiones el color verde.
Pero estos datos siguen revistiendo una parcial inocencia frente a los caracteres que en los siglos XIX y XX terminarán por conformar la imagen de Papá Noel que tenemos en mente hoy en día.
Paso 3: Reno 9, water polo y otros atributos caprichosos
En 1902, la publicación de un libro infantil titulado "The life and adventures of Santa Claus", de L. F. Baum continúa aumentando la distancia del personaje respecto de su antecedente histórico. No obstante, hay referencias anteriores en algunos aspectos de la figura moderna.
Es el caso del trineo de Papá Noel tirado por ocho renos. Aquí la raíz legendaria se mezcla sin demasiado rigor con la mitología escandinava y los dioses del Walhalla. Los ocho renos originales aparecen citados en un poema de 1807 titulado "A visit from St Nicholas".
La formación establece que hay cuatro renos machos en la línea izquierda y cuatro hembras de la derecha. Los nombres de los animales son Donner (trueno), Blitzen (relámpago), Vixen (bromista), Cupid (Cupido), Comet (cometa veloz), Dasher (presuntuoso), Dancer (bailarín) y Prancer (acróbata).
En 1939, en la publicación Christmas story, de Robert L. May tiene su debut el reno número nueve, de nombre Rupert, que se convertirá en líder de la formación y lucirá una nariz roja resplandeciente bastante parecida a la del chofer del trineo. Hasta la fecha no parece haber habido objeciones al ejercicio de la tracción a sangre aérea.
Paso 4: Navidad con Coca Cola
En cualquier caso, el hecho más definitorio de la conversión de Papá Noel en un ícono del marketing ocurre en 1931 cuando la empresa Coca Cola le encarga al pintor Haddon Sundblum un diseño del personaje con la presencia excluyente de los colores rojo y blanco de la marca, generándose un maridaje que se ha ido consolidando con las décadas a punto tal que es imposible disociar al repartidor de juguetes de la gaseosa norteamericana.
Esta fórmula de comercialización imperialista incorpora una parafernalia de atributos con distintos grados de exotismo. Se establece, por ejemplo, que Papá Noel tiene su residencia en el Polo Norte, localización bastante curiosa si se piensa que este punto está localizado en aguas del Océano Glacial Ártico. Groenlandia o Laponia parecen ámbitos más adecuados para la instalación de una fábrica de juguetes operada por duendes claramente sometidos a trabajo esclavo durante todo el año.
Tampoco nadie parece haber reparado en las eventuales relaciones con el único vecino que podría tener Papá Noel. Nos referimos al ciudadano estadounidense Clark Kent, que en sus ratos libres abandona el discreto tono gris de sus tareas periodísticas para lucir un maillot azul con una capa roja igual que sus botas y una zunga con cinto dorado. En esas ocasiones insiste en hacerse llamar Superman, pero la Navidad no formaría parte de sus intereses primordiales.
Ha de decirse que esta progresiva mutación de un obispo milagroso en vendedor de gaseosas a nivel mundial, ha despertado la indignación de diversos sectores existiendo incluso grupos activos de protesta en Alemania, Austria y República Checa.
Sin una vocación militante tan profunda, es de esperar que la data de este informe invite a la reflexión de los progenitores que cada fin de año arrastran a niños de corta edad a sentarse en las sudadas rodillas de empleados de grandes tiendas que con un speech limitado a la interjección "¡Jo! ¡Jo! ¡Jo!" jamás cumplirán las demandas de los esperanzados infantes.
FUENTE: TELAM